“Decirle a todo el mundo lo bueno que era yo ha sido el mayor error de mi carrera. Sabía que era el mejor pero debí habérmelo callado y dejar que lo descubriesen solos.” – Brian Clough.
Decir que mala hierba
nunca muere sería bastante adaptable a Brian. Pero serían necesarios
algunos matices. Esa ortiga que florece de la nada, del abono insignificante
entre los matorrales no es mala. Pica a aquel que no sabe tratarla. A aquel que
no conoce el contexto, que no comprende su ironía y no admira su perspicacia.
No es mala, pero pica igual. Escuece a aquel que escuchaba reacio su
arrogancia. La ortiga acabaría marchitándose por sequías, diluvios, vientos y
venenos abstractos y físicos. No obstante, su muerte no significaba su desaparición. Pues esa arisca planta del
bosque de Sherwood a orillas del río Trent no moriría jamás en las mentes y
corazones de Inglaterra. Disculpen, dije arrogancia. Quise decir sinceridad.
La sinceridad de un
hombre que obró un milagro cuando las camisetas se numeraban del 1 al 11.
Creció en una familia humilde de Middlesbrough siendo el sexto de nueve
hermanos. Prefiriendo el cricket al fútbol, sin destacar en exceso y dejando el
colegio por el deporte, el cual le daría todo. Comenzando a jugar a fútbol,
ningún club le quería. El chico acabaría triunfando como delantero tanto en su
ciudad natal como en el club enemigo. Una grave lesión lo pararía precozmente
en su tardía maduración. Acabó su carrera como jugador habiendo marcado 204 goles en
222 partidos en el Middlesbrough y 63 goles en 74 partidos en el Sunderland. Su
nula preparación académica y juventud fueron los motivos para que el temor por
el desempleo lo envolviese. Consciente de sus limitaciones, comenzó una nueva
historia optando por la única alternativa posible. Un renacer inesperado por la
misma vía disponible. Ironías de la vida, el puesto como entrenador conseguido
en el Hartlepool de, entonces, cuarta división fue el nacimiento de una
leyenda, Brian Clough.
PRIMERA TOMA DE
CONTACTO
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Brian Clough y Peter Taylor |
Su
vida fue un viaje lleno de ironías que lo condujeron al lugar adecuado en el
momento adecuado. Como a ese delantero que tantos goles metía, no lo
seleccionaban ni en el equipo de su colegio cuando era joven. Como una
inoportuna ruptura de los ligamentos cruzados de su rodilla le permitió
disfrutar de más tiempo para formarse en el proyecto para el cual estaba
realmente destinado. Como tocó el cielo y fue venerado en clubes enemigos tanto
como jugador como entrenador. Pero sobretodo, el abrupto camino desde Derby
hasta Nottingham. Con una discusión y despedida convulsa de su exitoso Derby
County, una estancia corta de una temporada en el West Bromwich Albion y otra
breve, efímera y desastrosa de apenas 44 días dirigiendo el Leeds United con la
cual se sacaba una ineludible conclusión: estaba acabado. Cuatro meses después,
Brian volvía a escena y acabaría triunfando, contra pronóstico, dejando dos
“orejonas” en Nottingham y un legado eterno.
El 6 de enero de 1975
nadie dio un duro por Cloughie. El entrenador y su fama no eran los ideales.
Sus métodos y los de su asistente, Peter Taylor –importante destacar que el dúo
que formaron Clough y Taylor fue el primer tándem de entrenador y asistente ya
que el dirigir un equipo sólo se concebía como actividad individual–, ya habían
triunfado en Derby pero el rendimiento de sus últimos equipos no habían sido
una idónea carta de presentación. Además, el Forest no era –ni de lejos– un
club exitoso. Estaba estancado y bailando entre segunda y tercera división y
puntuales ascensos a primera. No obstante, en 1977 ascendieron a la máxima
división, en 1978 ganaron la liga y en 1979 y 1980 ganaron dos Copas de Europa.
¿Cómo se colaron estos chicos en el paseo de la fama dentro del mundo del
Bayern de Gerd Müller, el Real Madrid yeyé y el Barcelona de Cruyff? Acierto en
los fichajes de los cuales se encargaba Taylor, psicología, carácter y
formación de un estilo cuyas características –resultado por encima del juego–
eran la antítesis de la época.
SISTEMA DE JUEGO: EL
4-4-2
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El 4-4-2 del Nottingham Forest |
Este
Nottingham Forest no es recordado como el equipo de la técnica y toques de
balón revolucionario precisamente. Eran conscientes de sus limitaciones. Al
igual que Brian lo era de las suyas propias. Por consiguiente, Brian y Taylor
idearon una máquina capaz de sacar provecho de las virtudes de este Forest. Con
pobres cualidades para sacar el balón jugado en corto y por dentro, explotaron
la velocidad de sus extremos formando la alineación en un 4-4-2. Con esta
formación, el Forest era capaz de llegar al área rival en tres o dos pases. Su
estilo se ajustaba perfectamente a la personalidad de Clough. Sin miramientos.
Un estilo vertical con balón y sólido en defensa.
SALIDA DE BALÓN
El
inicio de este juego vertical se apoyaba sobre el principio de ganar metros.
Comenzando la jugada desde las manos de Shilton, la salida de balón se
ejecutaba en largo o en salida de balón lateral. Los centrales pasaban a los
laterales, el indiscutible Anderson –que llegó a ser el primer negro en jugar
para la Selección de fútbol inglesa– o Clark o Gray. Los laterales optaban por
un desplazamiento de balón en largo hacia el extremo que tenían delante o por
la conducción de balón.
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Salida de balón |
La salida de balón en
largo y por banda era muy habitual en ellos. En un solo pase estaban ya en el
área rival. Los extremos, siempre hábiles al desmarque y al ataque de los
espacios iban a por el balón puesto por los laterales. Sin embargo, tras tres
temporadas de éxito en las que una Copa de Europa ya les avalaba, desarrollaron
una salida de balón en corto que les exentaba del riesgo de perder la posesión
en un balón aéreo al comienzo de una jugada.
El balón en largo al
igual que la tendencia al pase al lateral seguían siendo importantes columnas
donde apoyarse pero el pase interior y, sobretodo, la salida de balón
conducida, cobraron peso. Tanto Anderson como Clark o Gray eran capaces de
aprovechar su velocidad para llegar al campo rival con el balón en los pies.
Sin embargo, John Robertson fue importante para seguir con la conducción sin el
riesgo de que los laterales perdieran su posición en la defensa. Robertson
retrasaba su posición para recibir el balón y conducir para buscar un centro al
área o un pase interior. Esta decisión forma parte también del progresivo
desarrollo del juego del equipo. Al igual que la propia salida de balón. Algo
bastante menos habitual fue el pase interior. McGovern retrasaba su posición
cerca de los centrales intentando zafarse de su marca para buscar un pase entre
líneas a Bowyer u O’Neill. Jamás pensando este pase en demasía pues el juego
debía ser dinámico y la elaboración del juego no tenía mayor relevancia.
ATAQUE
Cuando llegaban con el
balón controlado al área rival, la primera versión del Nottingham Forest –la
que ascendió, ganó la liga y la Copa de Europa del 1979– tenía una tendencia
clara. Los centros al área. Esto se veía reflejado en su alineación y en el uso
de los extremos a la vieja usanza. Woodcock, delantero y segundo punta zurdo
que sustituyó Martin O’Neill era propenso a caer a la izquierda, y Francis,
extremo diestro veloz jugaba en la derecha. Con un zurdo en la izquierda y un
diestro en la derecha lo natural es pisar línea de fondo y que su pierna buena
decida. Lo inevitable es un centro al área. Y bajo esos balones aéreos y pases
atrás se regía el Forest.
Las
bandas eran explotadas en su plenitud pero no todo acababa en las tangentes del
campo. El ataque posicional del Forest era profundo. Era un equipo ofensivo y
llegaban al ataque hasta 8 jugadores. Los laterales aunque si se involucraban
en ataque, no eran profundos. Clough y Taylor los mantenían más atrás para permitir que los dos medio
centros, McGovern y Bowyer, llegaran al área rival sin miedo a un contragolpe
que ganase la espalda al equipo. En ocasiones el lateral izquierdo Gray no sólo
no entraba en la jugada, sino que se incorporaba de manera interior para
guardar el ataque ya que tanto McGovern como Bowyer se habían sumado a él. En
tal caso, Robertson era el sacrificado en banda izquierda tapando el hueco
creado por Gray con su movimiento hacia dentro.
Como en la salida de balón, se produjo un desarrollo. Con el tiempo y el prestigio ganado, la mejora era cuestión de tiempo. Una mejora que implicaba una variación en el registro a la hora de atacar. Algo siempre positivo pues contar con alternativas significa tener un colchón por si el plan A no funciona. Así pues, John Robertson tuvo mucho que decir en este paso adelante. No era tan vertical como Trevor Francis pero sí tenía mejor técnica con el balón en los pies. Con su técnica y diestra jugando en la banda izquierda también ocurría un fenómeno natural. Absolutamente natural. Que trazase diagonales hacia dentro. Esta evolución quedó evidenciada en la Final de la Copa de Europa del 1980 disputada en el Santiago Bernabéu. Robertson trazó la diagonal hacia dentro poniendo de manifiesto el juego interior y haciendo una pared con Bowyer.
Otro registro en ataque
eran las llegadas desde segunda línea. Como sabemos, los extremos aprovechaban
toda la banda y llevaban a cabo un pase atrás. El pase atrás podría llegar a
los delanteros o a los medio centros Bowyear y McGovern. Sorprendían con sus
llegadas con un pase interior o un disparo desde fuera del área. Este último
registro era uno usual en el juego del ‘4’, McGovern. Una última manera de
atacar era el contragolpe. Como equipo con alguna que otra carencia técnica y
poca elaboración del juego, no era un conjunto con necesidad de tener la
posesión. Su verticalidad y aprovechamiento de cada ocasión podían determinar
un partido en breves minutos.
SIN BALÓN
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4-4-1-1 sin balón. |
En
caso de pérdida de balón, realizaban una transición ataque-defensa ordenada.
Replegaban en 4-4-1-1 o 4-4-2 y las líneas no estaban muy juntas pero sí
cerradas. De manera que la línea defensiva Anderson-Lloyd-Burns-Gray se mantenía
compacta cediendo las bandas al equipo contrario, conscientes de su destreza en
el juego aéreo. En la siguiente línea, la formada por
Francis-McGovern-Bowyer-Robertson, la implicación en tareas defensivas por
parte de los extremos era excelente presionando, robando y ofreciendo ayudas a
los medio centros y laterales. En el doble pivote McGovern-Bowyer, era McGovern
el que ejercía una función más defensiva y de contención aunque los dos
tuviesen un notable carácter ofensivo. Ambos, junto a O’Neill o el segunda
punta que estuviese jugando, ejercían una presión en la zona de tres cuartos de
campo que, juntada con las líneas cerradas de la defensa, dificultaba el juego
interior del equipo rival. Birtles presionaba levemente al contrario en su
salida de balón y esperaba a un contragolpe. Shilton, el portero, tenía una
gran estirada e iba muy bien en los balones aéreos. Formaron un colectivo
sólido defensivamente que manifestaba el carácter de Clough en cada pugna de
balón.
La presión alta no era
una de sus características. Sí que lo era, sin embargo, la presión al hombre
con balón y los seguimientos individuales en caso de desmarque. Esto exigía una
especial atención a las basculaciones y las coberturas, sobretodo. En los
primeros años del Forest, llevaban a cabo la presión al hombre con balón y las
líneas estaban muy desordenadas hasta que profundizaron en el trabajo de las
coberturas, el cual requiere una atención exclusiva al juego y a lo que hacen
tus compañeros. La labor de las coberturas era clave ya que se completaba
directamente con la presión y
los seguimientos, los cuales eran fundamentales en la pizarra de Clough y Taylor. |
GOOD OLD DAYS
Pese a que la etapa de
Clough se extendió hasta 1993, el éxito pronto formó parte del pasado poniendo
un final en el segmento de la era dorada del Nottingham Forest. Aunque aún
quedarían trofeos por alzar como la League Cup contra el Luton en 1989, el
subcampeonato en la FA Cup en 1991 o el descubrimiento de un joven Roy Keane. Como
club modesto que era, fue el dinero el que poco a poco comenzó a deshacer la
plantilla. Del año 1981 al 1983 se produjo una desmantelación con las ventas de
jugadores estrella como John McGovern, Trevor Francis, Martin O’Neill y John
Robertson. Esas bajas fueron realmente perjudiciales. Invirtieron una gran
cantidad de dinero en la reconstrucción del equipo pero los fichajes de
jugadores como Justin Fashanu, Peter
Ward o Asa Hartford no
funcionaron. No había sido suficientemente fuerte el golpe, pues se agudizó la
caída. En 1982 Taylor dejó su puesto de entrenador asistente de Clough
rompiendo también su amistad.
La figura de Peter Taylor había estado siempre
presente en la carrera de Clough. Desde Hartlepool habían formado un dúo
célebre. Desde el fichaje de un McGovern de 16 años al que llevaron con ellos a
Hartlepool, Derby y Nottingham. Con tanto tiempo compartido, habían habido
precedentes en sus discusiones como una subida del sueldo de Brian en Derby sin
que Taylor se enterara o la publicación de un libro en el que Taylor detallaba
la relación entre ambos sin siquiera consultárselo a Brian. Seis meses después
de dejar su puesto en el Forest, Taylor fue nombrado entrenador del Derby
County y fichó a ese jugador aplicado en defensa y en ataque. Con técnica y un
gran disparo. Fichó a la estrella del Nottingham Forest John Robertson. Tras
una batalla verbal no volvieron a hablarse jamás. En 1990, Taylor murió. Brian
fue a su funeral y escribió en su autobiografía: “Para Peter: Aún te echo mucho
de menos. Una vez dijiste: ‘Cuando te libres de mí ya no tendrás tanta risa en
tu vida.’ Tenías razón.” Entonces Brian luchaba contra el recuerdo de Taylor,
de lo que había sido el Nottingham Forest y contra el alcoholismo. Tras una
larga pelea contra la bebida que comenzó en los 70’, Cloughie murió en enero de
2003 por cáncer de estómago. Absolutamente todo se había resquebrajado lenta y
dolorosamente.
“¿Andar sobre el agua? Sé que en lugar de haber caminado tanto sobre ella, debería habérmela tomado más en mis bebidas.” – Brian Clough.